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Ferrante (III)

   
En la serie (¿saga?) de La amiga estupenda,  el ritmo tiene sus razones que la razón ignora. Tras terminar el primer volumen, donde se narran con minucia apenas cuatro o cinco años de la infancia de las dos amigas, no puedes evitar pensar que, a este paso, cuando acabe la cuarta novela apenas habrán cumplido los treinta. Que tampoco pasaría nada. Pero luego el ritmo se arrastra y se alarga en progresión no muy constante, hasta llegar a una última entrega donde se despachan casi treinta años de vida intensa (los de las otras tres novelas) en casi las mismas páginas.
    Supongo que, si funciona, no es importante. Pero de hecho es uno de esos casos en los que uno puede darse cuenta de la importancia de los tempos en la narración. Como en el final atropellado de El rojo y el negro, uno puede empezar rezongando de la morosidad de la primera entrega y acabar irritado por la falta de detalle con la que se nos narran hechos dramáticos en las siguientes.
    Lejos de molestarme, esta gestión del calendario evoca para mi la de la vida misma, con sus épocas de exaltación y sus remansos de calma. Como en aquella descripción de la guerra: semanas de aburrimiento punteadas de súbitos estallidos de pánico.
    La vida. Supongo que de eso va.


© foto:  Ferdinando Scianna

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2 opinan

  • No leí la serie, sino sobre ella. Por un lado me atrae, pero no estoy leyendo mucho últimamente.

    Anonymous peke a las 9:21 p. m.       
  • A mi me gustó...aunque no dejaba de preguntarme si estaba leyendo literatura o un best-seller. Me pasa a veces: con Le Carré por ejemplo, pero ya decidí que él sí es literatura.

    Blogger MH a las 11:58 a. m.       

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