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Ideas más que brillantes


       
El servicio de estudios de un banco español importante nos propone que en adelante los asalariados empiecen a contribuir a sus indemnizaciones de despido a lo largo de su vida laboral, abaratando así el coste para las empresas, y por tanto --oh, maravilla-- mejorando la calidad del empleo.

         Yo creo que se han quedado cortos: cada trabajador debería cotizar para pagar su propio salario. Deberíamos empezar por abrir una cuenta ahorro-salario para nuestros hijos desde pequeñitos, y cada yogur que no compremos, cada día de campamento que se ahorren, cada sesión de cine a la que renuncien, les ayudarán en el futuro para que los empresarios no tengan que pagarles los desorbitados sueldos que hacen imposible contratar a nadie.

       Aun diría más. Sería conveniente que ahorraran también un poco para pagarle a los empresarios su merecido y mermado beneficio. Así, a poquitos, que no duele tanto.

       Bien pensando, no estaría de más que se crearan también una cuenta-ahorro-impuestos, porque no hay derecho a que el Estado se quede sin sus ingresos fiscales sólo porque el trabajador haya sido tan imprudente, impúdico o improductivo como para provocar su despido.

     He aquí una idea más que brillante, que merece la penar llevar hasta sus últimas consecuencias.

© foto: Lewis W. Hine

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Deadline

    Esa es la palabra inglés que en castellano traducimos como fecha tope, plazo o día de entrega.
Deadline. La línea muerta. Si fuera deathline sería la línea de la muerte. Y curiosamente, la vida empieza justo cuando acaba el deadline: antes sólo hay agobio, trabajo sincopado y más agobio. Lo malo es que los deadlines, a diferencia de la muerte, no son episodios únicos: se suceden, se encadenan, se encabritan, se enredan.




Algunos deberían llevar tatuado este diagrama, para mirárselo antes de decir "sí" a cada oferta. ¿Deberían? Tal vez quería decir deberíamos.

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Código penal


















    Escribió Bertolt Brecht que el mayor delito no es atracar un banco, sino fundarlo. No está de más recordarlo. El código penal es ideología en formato jurídico.
    Así que en vez de en tanto cumplimiento íntegro y tanto talión apenas disfrazado, me gustaría que pensáramos  en reformar el código penal en torno al principio del perjuicio/beneficio  del delito en sí. Que el volumen de lo robado fuera determinante en la naturaleza del hecho penal. Igual que se distingue entre hurtos, y robos, que hubiera saqueos y megasaqueos. Que cuando el perjudicado sea el erario público, la pena se agrave. Que el abuso de la posición de poder fuera tratada con más dureza que la nocturnidad.

      Lo mismo había menos camellos y más conseguidores en el trullo.
      Y de paso, estén seguros, tendríamos mejores cárceles.


© foto: Danny Lyon (Prison Photography)

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