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Ilusiones (reloaded)

 

    Anoche, al regresar a casa tras una jornada larga de trabajo y reencuentros felices, abrazado a la promesa de una cena de besos y guacamole, me esperaba en el buzón el contrato de Primeras nieves. Que ya no se llama así, sino Los años del verdugo.
    Y sentí de nuevo la retahíla de ilusiones de esa novelita, que parece bendecida por una baraka inmerecida. La ilusión-madre de tanto tiempo aplazada de escribirla. La ilusión-sorpresa de encontrar un editor dónde sólo buscaba un lector lejano. La ilusión-folletín de las entregas que compartí aquí hace tanto tiempo (gracias). La ilusión-promesa de una tarde que aún no ocurrió en una caseta de la feria del libro. La ilusión-espejo que me devuelven los amigos que la leen. La ilusión-futuro de saber que un día la leerá mi hijo mayor --y el pequeño también-- para asomarse a los trozos remendados de la infancia de su padre.
    Y recordé que la mañana había empezado con una multa-castigo, y la tarde acababa en un contrato-regalo. Y pensé en la circularidad oronda de los días y las noches, en las asignaturas pendientes y en el sabor de los besos con guacamole. Y me sentí dichoso, sí, y afortunado.

© foto: Manuel H

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1 opinan

  • Pues no es poca cosa sentirse dichoso y afortunado en estos tiempos. ¡Enhorabuena por ello! (Y yo que me alegro).

    Anonymous peke a las 8:40 p. m.       

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