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Gloria



    No estaba dispuesto a pagar por verla en el cine, pero cuando el DVD apareció ante mis ojos, la tentación –la curiosidad— fue demasiado fuerte. El cómic –la novela gráfica, como le llaman un poco pedantemente— 300 de Frank Miller y Lynn Varley llegó a mis manos hace unos cuantos años, un obsequio inesperado de alguien que sabe hacer del regalo una de las bellas artes de la amistad. Lo disfruté mucho, pero ya entonces me produjo una sensación incómoda el discurso, tan desusado, de la exaltación del heroísmo de Leónidas y sus trescientos. Yo, la verdad, soy más de ardor gástrico que de ardor guerrero: un signo de los tiempos, imagino. La peli es –creo que no hay palabra más exacta—una trasposición a la imagen móvil de las poderosas estampas de Varley. Conserva no sólo la esencia del tebeo, sino también el pulso y la tensión que nacen de una historia bien contada por alguien que cree en ella. Me gustó bastante más de lo que preveía, y contra lo que esperaba no eran la retórica algo pomposa del tebeo lo que dominaba (aunque no había forma de librarse de ella) sino la épica del relato y la contundencia de los escasos y escuetos –Laconia era la patria de los lacedemonios-- diálogos. “Espartano –dice la reina Gorgo a un Leónidas que parte al campo de batalla sin el respaldo de la ONU ni de los éforos—¡regresa con tu escudo, o sobre él!”. La frasecita de marras se ha convertido en uno de mis mantras para tiempos de tribulaciones.
    Ayer, mirando al Getafe palpar la efímera gloria del fútbol con las yemas ansiosas de los dedos, me vino más de una vez a la cabeza. Hay gloria en la derrota, qué duda cabe.




© foto: Moreno

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