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Goces

Scnhossangle

       De los placeres de la infancia recuerdo con viveza las visitas a la peluquería, siempre en sábado por la mañana, siempre entonces una peluquera que derramaba aromas  de perfume espeso. La tijera aliviando la presión del cabello mojado, clic-clac, los ojos cerrados para no perder detalle, clic-clac, el peine subiendo a contrapelo nuca arriba, clic-clac.
       Pocas sensaciones de abandono como aquella.
       Luego, el tiempo, la caida del pelo y un mal entendido espíritu práctico me acostumbraron a cambiar las visitas a la peluquería --esas barberías de barrio de barberos desganados con olor a loción Floid-- por una maquinilla doméstica y el seductor clic-clac de las tijeras por el  chirriante bzzzzz de las cuchillas. Ahora en ratos libres, en solitario frente al espejo del  baño.

        Como volver a masturbarse después de haber conocido los goces del sexo compartido.


© foto: George Schnossagle      Nepal.



Accesorios infantiles






cinta agresiva:  pega la hostia.
reloj salpicable: 
casi sumergible.
caca de Chewbacca:
el clásico "de la vaca", en galáctico.



 Ojo al texto.



Gavin en el sofá    dibujo de Jack (6 años)


En las carreteras de Francia



















Prohiben a ciertos cuentistas circular deprisa.

El futuro ya no es lo que era.




Detector











(Pronúnciese la frase:)

No deben casarse los homosexuales ni los camareros.


(Espérese respuesta:)

Y los camareros,  ¿por qué?



(Súmese uno al contador).




Frase del mes





"La monarquía es como un bergantín, navega perfectamente pero a veces se estrella contra las rocas y va a pique: una república, en cambio, es como una balsa. Nunca se hunde pero siempre tienes los pies mojados".
















La frase, que aparece citada en H.Rosen (2001:108), dónde la lei, pero  con matices importantes respecto a otras fuentes. Mete un inexistente capitán al hablar de la monarquía, achacándole la responsabilidad del hundimiento; habla de "democracia", en vez de república  lo que parece encajar mal con la muy crítica visión de la democracia de Ames.  Aunque no parece  apócrifa no he podido localizar la fuente original. No todo está en Internet.


Pancarteros




En otros tiempos, cuando los obispos --el Señor Obispo, más bien-- salían a la calle acompañados de sus feligreses,  la cosa se llamaba procesión. ¿No deberían mejor sacar reliquias e imágenes, o hasta la Sagrada Forma bajo palio, en vez de pancartas?




Peticiones del oyente



    Creo que ya mencioné alguna vez que esta bitácora aparece relacionada por Mr.Google  cuando se buscan "versos de tristeza".  Aunque intenté un cambio de línea, se ve que no doy en el clavo, pues  parece incluso
haber escalado puestos.
   Me pide ahora una amiga, que me cree más lector de poesía, alguna sugerencia de versos de amor para leer en una boda. Supongo que quiere un epitalamio, aunque juraría que no salió a relucir la palabra. Al ponerme a la tarea, caigo en la cuenta de que suelen gustarme poemas que hablan del paso del tiempo, del desamor o de la ausencia. Nada apto para un matrimonio, que es la operación de alquimia jurídica que pretende reducir los fuegos de artificio de la pasión a brasas y calor de hogar. Los versos que me gustaron en tiempos, aparte de clásicos y desengañados,  resultan tópicos. Busco alguno más contemporáneo, y encuentro éstos de Jaime Sabines, no muy aptos tampoco para la ocasión. Así que al final le digo que se anime a cantarles este moralizante Contigo de Sabina, mejor aún si puede ser por Niña Pastori.    --No me voy a atrever --me dice.

    Se me ocurre entonces transmitir aquí su petición y solicitar vuestro sabio consejo. Sólo hay una limitación: nada de presuntos poetas libaneses llamados Gibran ¿Alguna sugerencia?


Fernweh









    Existe  en alemán una sustantivo que retrata la necesidad del viaje. A diferencia de la nostalgia, que evoca el dolor de la lejanía, de lo perdido, la fernweh alude al dolor de no estar lejos. El ansia de despegar.
    Cada vez más atrapado entre los pliegues que ha ido ahormando  una cotidianeidad repleta de comodidades, a veces me asalta el vértigo de dejarlo todo atrás.

    Como en varias otras cosas, en vez de hacerlo, lo cuento.


Sexo



Confieso que una de las cosas que más me atrajo en esto de las bitácoras fue la posibilidad de hablar de sexo con franqueza, amparado en el anonimato y haciéndole un regate a los  pudores. Al parecer las mujeres pueden hacerlo --hablar-- con más frecuencia, pero a mi me resulta difícil encontrar momento e interlocutor.  Durante algún tiempo disfruté leyendo y comentando cuadernos donde la sexualidad --el leve fraseo del deseo, la cartografía de sus recovecos,  la gimnástica del encuentro, la repostería variadísima de las pasiones y  la lógica improbable de sus pulsos-- ocupaban el centro del escaparate.  Pero luego empecé a conocer  y a tratar a otros bitacoreros y con la intimidad volvió --paradójicamente-- el pudor. Ahora me vuelve a costar hablar de sexo con franqueza sabiendo que al otro lado estáis vosotros, leyendo lo que escribo. Curioso ¿no?





Desfachatez




Me quedé de piedra al ver el el lema de campaña de Fraga para las gallegas. ¿Con que nunca máis? Pues toma máis. Tal vez os hayáis fijado que prefiero siempre la escala de grises. Pero, por esta vez, para que no nos saquen los colores, haré una excepción. Nunca máis.




Manifestaciones

callelibertad

        Soy miembro de esa generación  que empezó a asistir a manifestaciones acompañando a sus padres. Luego, muy pronto, comencé a ir por mi cuenta, pero seguíamos acudiendo a las mismas. Ultimamente, en cambio, mi padre rara vez se manifiesta, y cuando lo hace, rara vez coincidimos. Me produce cierta tristeza --a mi me hubiera gustado poder estar en la de esta tarde-- pero por otro lado lo que más me alegra es que aún nos queden ganas, a todos, de ocupar la calle con nuestros gritos.

Felicidad enlatada



         Casualidades de la vida. Lo mejor de ir a Eurodisney, le oi decir a un resignado padre de familia en una terraza del Retiro al día siguiente de mi regreso, es que ya te lo has quitado de encima.
         En el extraño oficio de ser padre  en esta sociedad posmoderna, hay ritos de los que no parece uno poder librarse. Para los de clase media, Disney parece haberse convertido --gran éxito de marca-- en un must como lo era el Grand Tour para los vástagos de la aristocracia inglesa en el XVIII. Y pueden creer que no soy de esos especialmente sensibles a la presión social, pero a veces que hay que ceder.
         Así que una vez que se sucumbe, te preparas a sacarle el máximo partido a tres días de vacaciones bajo el lema de "todo por los niños". El sitio, qué quieren que les diga, no me pareció gran
cosa: un gran decorado de cine en la estética Disney (un cruce entre La sirenita y El show de Truman), que difícilmente podría provocar en nadie el hoy famoso síndrome de Stendhal (¿cuántos de los que lo repiten escribirían bien el nombre? ¿cuántos sabrán que es un pseudónimo? ¿cuántos conocerán el verdadero nombre del buen Henri? ¿Cuántos se animarán a leer El rojo y el negro?). Decorado con banda sonora incluida, que brota de unos altavoces omnipresentes, para marcar el ritmo de la marcha. Las atracciones eran sólo pasables (las hay  mejores incluso en el viejo parque  de Monte Igueldo), el número y variedad de las tiendas era espeluznante y la comida de los restaurantes incalificable. Las actuaciones, bien, pero vamos, no hablamos del directos de Bruce Springsteen. Todo con sabor a enlatado. A precio de jamón de jabugo.
          Afortunadamente tuvimos un tiempo magnífico y no había demasiada gente, con lo que las colas no se prolongaban mucho más allá de media hora. ¿Los niños? Se lo pasaron de coña,
pero es que estos dos se lo pasan de coña en cualquier sitio. ¿La ilusión? Cierto, pero tendrían que ver la cara de mis críos cuando entran en el Todo a Cien del barrio.
          Que nadie sepiense que me arrastré por allí los tres dias con cara demal café y amargándoles la diversión. No, cumplí como un Rey León pero, visto lo visto, se me ocurren más de cincuenta sitios donde lo hubiéramos pasado todos mucho mejor.


    Pero yo ya cumplí. Ahora les toca a otros.